En abril de 2024, Xime y Felipe, una pareja de profesionales exitosos con hijos pequeños y con buen nivel de ingresos, tuvo una conversación que pudo cambiar el rumbo de su vida financiera. Habían identificado sus dolores: el desorden, la sensación de estancamiento, las discusiones por plata, el cansancio de vivir al día a pesar de “ganar bien”.
Estaban convencidos de que necesitaban una estrategia clara, una estructura, alguien externo que los guiara. Lo reconocieron frente a un asesor. Se vieron reflejados en los casos, entendieron el modelo, valoraron cada parte. Estaban a un paso.
Pero no lo dieron.
Eligieron pensarlo. Conversarlo. Ver si podían ordenarse un poco más por su cuenta. Buscar otras alternativas. Ver cómo andaba el mes. Validar otras prioridades.
Pasó un mes. Después otro. Luego vino el viaje que no estaba en el presupuesto. La matrícula del colegio. La renovación del seguro. Y la conversación que parecía urgente se fue enfriando, como muchas otras que nunca volvieron.
Un año después, su situación no es dramática… pero sigue igual.
Siguen sintiendo que podrían estar mucho mejor, pero no saben cómo. Siguen invirtiendo un poco sin mucha lógica, con miedo a mover lo que tienen. Siguen gastando de forma reactiva. Siguen sin saber si están en el camino correcto.
Y aunque no lo dicen en voz alta, a veces se miran y sienten que perdieron otro año. Que el verdadero costo de no avanzar no fue económico… fue emocional.
Esta semana, nos volvimos a reunir y por fin tomaron la decisión.
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